sábado, 25 de marzo de 2017

The Young Pope


Un Papa cínico, lleno de odio y resentimiento debido al abandono de sus padres biológicos. 
Un Papa para el que el pecado de soberbia no existe. 
Un Papa que fuma con desparpajo en pleno Vaticano, se viste como un príncipe renacentista y libera canguros en los jardines de San Pedro.
Un Papa que transforma a su confesor en un espía perfectamente disimulado y leal.   
Un Papa joven y hermoso, que se niega a ser visto por sus fieles, sólo su sombra se vislumbra cuando sale al balcón de la Basílica de San Pedro, y prohíbe que se comercialice todo tipo de merchandising con su imagen. 
Un Papa yanqui y muy posiblemente ateo. 




Estas son algunas de las principales características de Pío XIII, el Papa joven magistralmente interpretado por Jude Law en esta nueva serie emitida en Argentina por Fox Premium. Sus dos primeros capítulos muestran con una total irreverencia la personalidad de este Papa impensado, dejando además bien en claro que el Vaticano no es precisamente una ciudad habitada por santos. Cardenales, arzobispos, monjas y sacerdotes, son seres humanos interactuando en un lugar que no está a salvo de intrigas, venganzas, traiciones, secretos y demás pasiones bien conocidas y terrenales. 
Lenny, tal el nombre real de Pío XIII, tratará de encontrar en todos ellos, y mientras debate con sus propios demonios, alguna respuesta que lo acerque a la fe. Una fe que parece importarle muy poco, salvo porque lo llevó a ser uno de los hombres más poderosos tanto de la Tierra como del Cielo. Jude Law logra cristalizar en su rostro su irresistible belleza, para transformarla en una hermosura fría y casi diabólica. Sus clarísimos ojos y su sonrisa perfecta producen escalofríos de angustia, y uno no puede evitar pensar que estará pasando por la cruel mente de Pío XIII, y con que se despachará, en cada una de las escenas. La trama es lo suficientemente intrincada y misteriosa como para hacernos creer, por momentos, que este nuevo Papa parece estar dispuesto a renovar totalmente a la Iglesia. Pero rápidamente nos hace dudar y pensar que en realidad quiere devolverla a sus momentos históricos más oscuros, con la única finalidad de exaltar su propia grandiosidad. Para decirlo con todas las letras: el problema no es que el Papa fume, maltrate a sus cardenales, y hasta se imagine defendiendo el aborto y la masturbación en su primera aparición pública. El problema es que el Papa es un psicópata de primera categoría que deleitaría a más de un psiquiatra. 






La importancia del personaje y de la labor actoral de Jude Law tiene su contrapunto en la aún más misteriosa Hermana Mary, a quien da vida de manera excelente Diane Keaton. Monja del orfanato en el cual se crió Lenny, dejó de ser su mentora y maestra, para pasar a ser su asistente y mano derecha en el Vaticano. Envalentonada por el nuevo cargo que ostenta su protegido, Mary se jacta de haber moldeado a esa maravilla de hombre, y pretende compartir el poder y las intrigas con él. Tarde se da cuenta que ni bien su discípulo se calza la sotana blanca y los zapatos rojos, supera a su maestra y no duda en cruzarla violentamente cada vez que puede. Frases hirientes, recriminaciones y hasta cachetadas, empiezan a dejar entrever un trato que se parece mucho al que tendría una madre hacia su hijo caprichoso e ingobernable. Cuál es el verdadero lazo que une a ambos personajes será la otra gran incógnita que quizás se devele, o no, en esta primera temporada.  
Cubierta de pies a cabeza con ropajes y velos negros, Keaton deja ver su rostro repleto de arrugas, sin una gota de maquillaje. Su expresividad es infinita y su todavía joven y bella voz, contrasta fuertemente con la aparente oscuridad de su personaje. Mary, que también fuma y para dormir viste un pijama que dice textualmente “soy virgen, pero esta remera  ya es vieja”, es una mujer que bajo su apariencia rígida y maquiavélica, sufre y entiende cada vez menos, o cada vez más, como el poder está transformando a su adorado Lenny. O lo que es peor: cuál es la verdadera personalidad de ese hombre que ya no puede controlar ni aconsejar. 






El discurso brutal, acusador y mesiánico que da en sombras Pío XIII ante una Plaza de San Pedro repleta, en el final del segundo capítulo, deja tan estupefactos a sus fieles, como a los espectadores que se encuentran del otro lado de la pantalla. Oportunamente, una tormenta se abate sobre la plaza, y los rayos que caen sobre la cúpula de la basílica,  preanuncian los malos augurios que, con el correr de los episodios, quizás logren adueñarse de la Ciudad Vaticana.  

Texto: Andrea Castro.